
«Confía, razonablemente, en sus propias posibilidades, y en la ayuda que le pueden prestar los demás, y confía en las posibilidades de los demás, de tal modo que, en cualquier situación, distingue, en primer lugar, lo que es positivo en sí y las posibilidades de mejora que existen y, a continuación, las dificultades que se oponen a esa mejora, y los obstáculos, aprovechando lo que se puede y afrontando lo demás con deportividad y alegría.»
En primer lugar, vamos a considerar lo que es el optimismo entendido como virtud, porque en el uso normal se entiende de diversos modos. Por ejemplo, en un día de lluvia, con el cielo totalmente encapotado, una persona opina: «dentro de poco podremos dar ese paseo que tenemos previsto, porque seguro que saldrá el sol». Y otro dice: «Vamos a encender el fuego y jugar a algo que me han enseñado. Así seguro que lo pasaremos bien». ¿Cuál de estas dos personas es optimista, en un sentido positivo? La primera está falsificando la realidad y la segunda sabe aprovechar las circunstancias reales. La primera intenta cambiar lo real en favor de la meta concreta establecida -dar el paseo-. La segunda se centra en un fin más elevado, pasarlo bien juntos y reconoce que el paseo o el juego son medios.